Me encanta Abraham Maslow. No solo por ser uno de los padres
de la corriente humanista, aquella que define que el poder de control y cambio
lleva como nombre el prefijo “auto” y como apellido el nombre de cada uno de
nosotros, sino porque creó la famosa “Pirámide
de Maslow”.
En ella, se establecen los 5 niveles de necesidades y
objetivos, de la base fisiológica a la tan deseada autorrealización, por los
que vamos pasando todos y cada uno de los seres humanos. Subimos y bajamos, a
veces nos quedamos estancados o caemos de golpe a la ficha de salida.
Lo que está claro es que los
dos primeros escalones, en los que entran la alimentación, la vivienda, el
sexo y, por supuesto, una salud asegurada y protegida, deberían estar “garantizados”. Y si lo de “garantizados” te suena a
chiste, dejémoslo en, al menos, “no obstaculizados”.
Los del gremio dulce y autoinmune tenemos un plus de
dificultad para saltar estos dos niveles. Y, sin duda alguna, uno de los
principales problemas (yo diría que junto a la seguridad laboral) lo
encontramos en el reto de lograr una salud asegurada, justa e individualizada.
Esto lo cuento desde una supuesta época de escucha activa y
de avance igualitario. Así que lanzo
algunas preguntas al aire: ¿Por qué mientras unos escriben desde 2019,
otros parece que lo hacen desde 2000? ¿Quién tiene el derecho a decidir quién debe
tener más opciones y / o disfrutar de los avances? ¿Quién mueve la ficha para
avanzar o atascarse en el tablero?
Mi selección
Partiendo de esta idea, el señor Sacarino se pregunta, ¿qué necesidades tiene una persona con
diabetes tipo 1?
- Tener un tratamiento individualizado y actualizado.
- Pedir, quejarse y ser escuchado por sus proveedores de salud (endocrin@s, educador@s…).
- No gastarse un duro en su enfermedad.
- Desempeñar un trabajo sin limitaciones.
- Llevar una vida totalmente normal y romper con la idea “el que escala una montaña es un dios en nuestro gremio”.
- Ser respetado.
- Lograr que la población general tenga un mínimo de conocimientos frente a la auténtica pandemia que supone la diabetes.
- Rodearse de gente que le apoye, que tiren de él y le lean la cartilla, que le motiven, que le den recursos y redes de soporte a las que acudir.
- Acortar distancias entre iguales.
- Conseguir que cada comunidad autónoma respete estas necesidades.
Mucho hemos avanzado. Mucho tenemos que avanzar. Pero, siendo
sinceros, si el colectivo dulcemente autoinmune es la mitad de generoso y
competente que el que tengo la suerte de acompañar en mis redes sociales;
tenemos la mitad del camino asfaltado (la otra mitad ya sabéis de quién depende).
Adrián Díaz, Don Sacarino.