
Es un trabajo muy exigente, que
requiere una alta disponibilidad horaria para realizar largos trayectos desde
mi ciudad, Vitoria; que genera cansancio, soledad y, sobre todo, que resta tiempo
a poder estar con mi familia. Es un enorme sacrificio que no quiero que nadie
olvide, ya que es algo que hago voluntariamente porque creo en FEDE y en todos
los que la conformamos.
No obstante, al comprobar lo
enriquecedor que son estos encuentros para ambas partes desaparecen todos los
sinsabores que puedan aparecer; esto sucede sobre todo cuando “toco vuestra
realidad”, cuando estoy con vosotr@s y veo la atención que me prestáis, así
como vuestras caras de sorpresa e ilusión. Al final de cada charla os miro y
tod@s tenéis una sonrisa, ese gesto que me da la respuesta que ando buscando:
que mi visita, nuestro encuentro, nos une y nos ayuda a sentirnos más FEDE.
Por todo esto, y por el futuro, os doy
las gracias y espero no defraudaros.
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