La verdad es que llevar una alimentación
saludable y controlada durante las vacaciones no es imposible, pero se
convierte en una tarea casi titánica para quienes vivimos con diabetes tipo 1,
sobre todo si no somos muy organizados. Sabemos que nuestra diabetes tipo 1 no
tiene vacaciones o, mejor dicho, nosotros no descansamos de ella, así que
tenemos que adecuarnos, lo mejor posible, para no “descarrilarnos” y terminar
en una montaña rusa digna del mejor parque de atracciones.
No podemos negar que la diabetes es amiga
de la rutina, los horarios, la vida organizada y la alimentación controlada; y es
justo en la época de vacaciones cuando todo esto se altera. Por ello es que debemos estar preparados para
situaciones así, y la clave de esta ecuación es la educación en diabetes.
¿Ustedes qué opinan? En lo personal, siempre digo que el
conocimiento es poder, y la educación en diabetes nos da las herramientas y la
facultad para manejar de manera más efectiva nuestra vida ante distintas
circunstancias y retos. Las vacaciones y el verano son uno de ellos, pues
durante este tiempo podemos no tener horarios definidos, dormir más horas de
las habituales, tener diferente tipo de alimentación (si nos encontramos de
viaje) y dedicarnos a actividades que no solemos realizar el resto del año. Así
que, si bien el papel de los
profesionales de salud es básico durante todo el año, en esta época es más que necesario.
En el caso de niños pequeños, los padres
pueden considerar más retador el verano con todas sus tentaciones y cambios de
rutina, ya que mientras ellos se encuentran en la escuela hay un horario para
todo (despertar, desayunar, hacer ejercicio, almorzar, jugar, cenar, dormir,
etc.) y eso permite que podamos manejar casi todas las variables que pueden
interferir con nuestras glucemias. Pero, durante las vacaciones, la situación
cambia drásticamente: viajes, días de playa y mar, piscina, horarios no definidos
y comidas poco habituales.
Para mí, sigue siendo básica la educación
en diabetes y, aunque la recibí después de muchos años de ser diagnosticada, cada
día sigo aprendiendo mucho.
Aunque no lo crean, solo fue hace 10 años
(de los 37 que convivo con la diabetes tipo 1) desde que me introdujeron al “enigmático mundo del conteo de carbohidratos”
. Y lo pongo entre comillas, porque para mí era como la “dimensión desconocida”
o un “mundo paralelo”, al cual nunca tuve acceso antes. Y siendo adulta, es un
poco más difícil de entender y aprender, rompiendo una serie de paradigmas
aprendidos desde siempre.
Lo que más me ayudó fue saber que podía
tener flexibilidad en mi vida y que no todos los días tenía que desayunar,
almorzar o cenar lo mismo. Y ha sido justamente esta herramienta la que me ha
permitido viajar, poder conocer otras culturas y probar otros sabores haciendo
un poco más fácil el tomar las decisiones correctas, no sin equivocarme algunas
veces, pues no somos infalibles.
Lo cual me lleva a responderles la pregunta inicial de este artículo, la alimentación saludable y las vacaciones son compatibles, siempre que
nos demos algunas licencias para disfrutar de este viaje llamado vida, aunque
sea de la mano de nuestra fiel compañera: la diabetes.
Cath Mansen, fundadora del blog "Diabetes a bordo"
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