El pasado 14 de noviembre se celebró el Día Mundial de la Diabetes (DMD) y me alegró ver la cantidad de actividades, caminatas o charlas que, a lo largo de ese día y las jornadas previas, realizaron las asociaciones de pacientes para concienciar sobre la importancia de la prevención en diabetes. Pero, lo más significativo fue, sin duda, que detrás de estas iniciativas se palpaba la ilusión de decenas de voluntarios que han estado muy motivados y emocionados con el firme propósito de trabajar por y para la diabetes, por y para el paciente.


Sin embargo, hoy no quería quedarme en lo fácil, en lo complaciente o en lo más amable; hoy quería hablaros de uno de los asuntos que más sinsabores y disgustos me da en mi labor de presidente de la Federación Española de Diabetes (FEDE). Me refiero a esas asociaciones de personas con diabetes de España que, a pesar de su entusiasmo, de su excelente trabajo y de su voluntad por trabajar por y para el paciente no acaban de integrarse en la gran familia que es y sigue construyendo FEDE. Este es un tema que he tratado directamente con unos y otros, en numerosas ocasiones, y cuándo pregunto el porqué de este rechazo a ingresar en FEDE, a sumar todos juntos, recibo la misma respuesta: las diferencias internas entre asociaciones o entre personas. No puedo entender que esas discrepancias nos mantengan separados, ni que no se resuelvan por el bien común de todos los pacientes. Estos problemas deben solucionarse de forma interna y, bajo ningún concepto, podemos consentir que, ante la adversidad, se abandone un proyecto y se decida trabajar por separado.  
La persona que está al frente de una asociación o una junta directiva no está solo para organizar actos, charlas o ayudar a los suyos; está para hacer mucho más. Debemos tener otras miras y apostar por el bien común de TODOS los pacientes, porque al final estos no entienden -y no tienen por qué hacerlo- nuestros problemas. Su principal preocupación es mejorar su día a día, en relación a temas como la calidad de las agujas, la dispensación de tiras reactivas, el acceso a bombas de insulina, las complicaciones del niño en el colegio o la discriminación laboral. Todo esto solo se soluciona estando todos unidos, con nuestras discrepancias y con nuestras distintas formas de ver la diabetes, porque, lejos de ser una desventaja, las diferencias nos enriquecen, nos hacen tener una visión más global sobre esta patología y pueden hacer que nuestro trabajo sea mejor y llegue más lejos.
Por todo esto, quiero pediros de corazón y con humildad que abandonéis vuestras diferencias y nos unamos todos. El futuro solo depende de nosotros.