Vivimos inmersos en una sociedad que nos impone cómo debemos actuar, vestir o parecer. Bombardeados a partes iguales por mensajes que nos presionan a buscar un aspecto y forma física ideales, a la vez que se nos presentan como irresistibles incontables alimentos, bebidas y snacks. Desde el punto de vista de la economía, resulta tan lucrativa la industria que juega con nuestro apetito, como la que nos promete convertirnos en maniquíes. 

Sin embargo, a pesar de tener una implicación importante en nuestra apariencia física, el peso también tiene una enorme repercusión en nuestra salud, entendiendo dentro de “salud” el bienestar psicológico, ya que no solo se trata solo de "estar" y "verse" bien, sino que además  resulta fundamental "sentirse" bien. A pesar de ello, es extremadamente sencillo perder el foco de aquello que puede resultar sano o beneficioso, y caer en el exceso o quedarnos cortos. De esta manera, y sabiendo que a la mayor parte de la industria de la moda, la estética y la alimentación lo único que le interesa es nuestro dinero, me pregunto: ¿quién debe servirnos de guía?  

Mucho se habla últimamente del “Estado del Bienestar”, ese que debería velar por los intereses de los ciudadanos en todos sus ámbitos: educativo, económico, legislativo y, obviamente, también en lo referente a la salud. Desde mi punto de vista, solo desde un enfoque estatal, que parta de la preocupación desinteresada (al menos desde el punto de vista económico), se puede conseguir, cuidando los intereses de los ciudadanos. ¿Y de qué manera? Personalmenten creo que la clave está en prevenir, pero sin prohibir, y formar, sin obligar. Es necesario que sea el individuo quien tome la decisión de cuidar su salud y controlar su peso, de forma voluntaria y consciente, sólo así este acto podrá convertirse en un hábito. 

Una población con un peso saludable es un país más sano, con menos ingresos hospitalarios y gastos derivados. Por lo tanto, invertir en políticas de promoción de la salud implica un ahorro a largo plazo.

¿Qué hacer entonces con aquellas bebidas o alimentos con exceso de grasas o azúcares?  De igual modo que no prohibimos el alcohol o el tabaco, deberíamos gravarlos con un impuesto especial que sirva para sufragar campañas de concienciación. Además, se podría controlar su publicidad, informar de manera más clara sobre su composición y posibles efectos adversos; y de la misma manera, poner coto a empresas, dietas o fármacos que prometen en medios ayudarnos a conseguir un ideal estético. Creo que es fundamental poner el foco en lo saludable, no en lo estético.

Julio García, fundador del blog "Qué no te pare la diabetes".